Carta anónima a Susana Villarán sobre la “ordenanza gay”

Estimada alcaldesa,

Reciba un cordial saludo.

Felicito que haya iniciado su gestión al frente de la Municipalidad de Lima bajo el lema “Lima, ciudad para todos”. Lima es una ciudad que ha crecido a un ritmo vertiginoso, es una ciudad más moderna, con la cuota de oportunidades que esto está trayendo a tantos que como yo ven ahora mayores posibilidades de forjar un futuro prometedor.  Sin embargo, convivimos al mismo tiempo con los males que esta modernidad trae consigo: consumismo, crecimiento desordenado, estrés, etc., son características de una ciudad que encuentra en el vértigo su dinámica diaria.  Junto a todo esto, la desigualdad, la falta de cultura cívica, el poco respeto a la ley, la carencia de una identidad nacional consolidada, son retos que el Perú enfrenta desde hace décadas, dramas que aún no ha podido resolver por la ineficiencia de sus autoridades y la desidia de sus ciudadanos.

Sí, “Lima, ciudad para todos” es un hermoso ideal, un importante objetivo y una urgente necesidad.  Sin embargo, ante la aparición de la iniciativa por aprobar la ahora llamada “ordenanza gay”, quiero manifestar que como ciudadano me genera profunda preocupación que bajo el objetivo de hacer de Lima una ciudad para todos se filtre una agenda que con el disfraz de promover una cultura de respeto y tolerancia busca imponer sus propios valores, su propia mirada y sus propias convicciones.

No, no estoy de acuerdo en que la homosexualidad sea un estilo de vida correcto y, al mismo tiempo, no discrimino ni odio ni maltrato a las personas homosexuales.  Que ambas cosas se opongan es una invención de aquellos que consideran a la homosexualidad una opción válida y que han hecho de la palabra “homofobia” el talismán con el que pretenden desautorizar a cualquiera que piense distinto.  “Homofóbico”, “retrógrada”, “cavernícola”, “intolerante” son todos prejuicios tantas veces usados por los defensores de la homosexualidad para ganar una discusión no en base a argumentos, sino en base a etiquetas.

He seguido con atención sus declaraciones en relación a la “ordenanza gay” y no he encontrado en ellas un solo argumento por el cual aprobar tal ordenanza sea una manera de garantizar el bien común de la sociedad limeña, cosa que debe ser el primer objetivo de cualquier político o administrador público.  ¿Por qué en una ciudad tan necesitada de soluciones se ha puesto en agenda un tema que le genera a usted y a su administración un tiempo que puede dedicarse en otras cosas?  Creo que la respuesta es evidente: porque usted piensa que la homosexualidad no es incorrecta y que rechazarla equivale a discriminar a una persona por cualquier motivo, sin comprender que quienes no estamos de acuerdo con ella lo hacemos porque va contra nuestros principios morales.  Estamos en contra de algo, no estamos en contra de alguien.

No, no estoy de acuerdo en que la Municipalidad tenga la autoridad moral (pues la autoridad política, de hecho, no la posee) para imponer una manera de actuar, unos valores determinados.  Como yo, hay muchos que no están de acuerdo con la homosexualidad, que tienen posturas ante este y otros temas distintas a las que usted y sus colaboradores tienen y que merecen y deben ser respetadas, justamente con el objetivo de alcanzar una sociedad tolerante, que dialogue, que escuche y que respete.  No encuentro motivo por el cual se deba imponer a cualquier bajo una ley hecha por un grupo de personas con responsabilidad política una manera de pensar que va en contra de sus valores.

No, no apoyo la discriminación contra los homosexuales y al mismo tiempo no estoy de acuerdo con su conducta ni con su forma de vivir.  Si es deber del Estado respetar mi libertad, garantizar la pluralidad y promover el diálogo, ¿por qué se me debe imponer colocar un letrero que diga que pienso algo que no pienso o que considero bueno algo que no considero bueno?  Ni la Municipalidad de Lima ni nadie tiene el derecho de imponer algo que vaya contra las conciencias de las personas y si lo hace, ¿qué la diferenciaría de aquellos que a lo largo de la historia quisieron imponer sus ideas a la fuerza, incluso bajo el disfraz de leyes u ordenanzas?

Sí, Lima, ciudad para todos es un hermoso ideal, pero que se oscurece cuando un grupo de personas intentan imponer sus ideas como si todos estuviésemos obligados a pensar igual.  Señora Alcaldesa, a lo largo de mi vida no he escuchado ningún argumento que me convenza de que la homosexualidad es moralmente buena.  Va contra mis valores y contra mis principios, no le enseñaré a mis hijos que es buena de la misma forma que mis padres no me enseñaron que era buena, ¿por qué entonces debo acatar una ordenanza que va en contra de mis valores, más aún cuando al mismo tiempo se me dice que estamos en una sociedad abierta a todos?  La tolerancia que usted promueve me huele a totalitarismo, a imposición, a ideología capaz de usar cualquier medio o excusa para imponerse por encima de otros.

No, no estoy de acuerdo con la ordenanza gay.  No estoy de acuerdo con que se imponga bajo el título de ley las convicciones de grupos determinados, tan distintas que las de una gran parte de la población.  No estoy de acuerdo en que “respetar”, “no discriminar” y “tolerar”, valores tan importantes, sean usados como disfraz de la falta de argumentos racionales y sólidos que su ordenanza posee.

Sí, que Lima sea una ciudad para todos y también para los que no piensan igual que usted.  La grandeza de los líderes se demuestra cuando escuchan a todos, incluso a los que los critican.  Demuéstrele a su ciudad grandeza de espíritu. Deje de lado la intolerancia y la sordera.  Respete la libertad de todos, respete nuestras conciencias, no nos diga qué decir, no nos imponga sus ideas, no nos dicte qué pensar.  No haga de Lima una ciudad para algunos, específicamente, para los que piensan como usted.

Atentamente,

Un ciudadano de Lima